La intimidad privada frente al mundo exterior 1 страница



Los visitantes del ámbito cotidiano

Por mucho que sus puertas y sus cerraduras, así como la pantalla de sus suspicacias y de sus solidaridades inmediatas, los protejan de la muchedumbre, los ambientes privados, y en primer lugar los hogares, se abren al mundo exterior, y es algo que han de hacer a cada instante, y casi sin pensarlo, de acuerdo con las necesidades cotidianas.

Ni las viviendas más herméticas pueden mantenerse cerradas del todo a los indiscretos o a los inoportunos, ya que hay siempre una suerte de porosidad natural. Las escenas de hogar atraviesan las paredes. Los cambios de humor, de comportamiento o de aspecto no se les escapan nunca a las almas buenas del barrio (Boccaccio, IX, 5). Nunca faltan ojos que espíen a las gentes de enfrente, siempre que la mirada merezca la pena. La estrechez de las callejuelas contribuye al mantenimiento de un difuso espionaje malsano. Pregunta de un juez: "¿Practica Monna Selvazza la prostitución?". Respuesta de la honesta vecina: "Desde una ventana que da a la vivienda de Monna S., ella la ha visto muchas veces meterse en la cama desnuda con hombres completamente desnudos y practicar todas las torpezas propias de las prostitutas" (Florencia, 1400). No hay nada importante que pueda escapar por mucho tiempo a la perspicacia y la fisgonería de las buenas gentes, y sobre todo y en primer lugar las aventuras sentimentales que hacen que vuelen las habladurías.

Penetrar en la casa del vecino es tan fácil como espiarlo. Hay muchos extraños que tienen ocasión de merodear ante las puertas —mendigos, tipos dispuestos a dar una serenata, galanes—, y muchos también en situación de franquear resueltamente el umbral. Sin contar la morralla de los gorrones profesionales, de los chiquillos, etcétera, a lo largo de la semana desfilan por la casa todos los auxiliares indispensables de la vida doméstica. Los aparceros traen sus rentas hasta el granero o hasta la bodega (y tienen que hacer, desde la granja, un buen número de idas y venidas con un burro); un mercader a fuerza de charla consigue exhibir en la entrada su muestrario; la criada de un vecino se mete en la casa a ver a su compañera; el barbero sube a desempeñar su oficio (en Ravena, los estatutos le obligan a desplazarse si la llamada proviene de un caballero); el médico pasa a visitar a un enfermo; la comadrona, a una parturienta; se hace entrar a un notario y a sus testigos para la celebración de un contrato; los intermediarios designados para el caso inician las conversaciones con vistas a un matrimonio; unos religiosos cumplen los deberes de su ministerio (visita a los enfermos, extremaunción), etcétera. En los documentos abundan los ejemplos de todo este ir y venir familiar sin sorpresas ni diferencias de edad. Añadamos a estos figurantes los comparsas ocasionales de las borracheras, los comensales de los banquetes, los pobres a los que en un momento dado se sienta a la mesa, o los huéspedes, aquellos extraños, acogidos durante una o varias noches que las familias acomodadas tienen corno deber albergar de conformidad con la ética de la opulencia defínida, por ejemplo, por el napolitano Giovanni Pontano (a finales del siglo XV); la liberalidad y la hospitalidad forman parte de los deberes imperiosos del rico.

Esos huéspedes de un momento o de un día no todos ellos penetran muy adentro en la intimidad privada. Muchos de ellos apenas si franquean el umbral. A otros —a los bebedores—se los recibe según parece en la sala de la planta baja lindante con la bodega, mientras que en cambio los asuntos se tratan en la sala del primer piso, que es también donde se cena y se charla con todos los extraños. La alcoba es más secreta, sin llegar a ser por ello totalmente inaccesible. En ella se admite familiarmente a los bufones, a veces a los renteros, y, desde luego, a todos los auxiliares de la enfermedad, a los barberos, a los médicos, a las comadronas, a los sacerdotes y a sus acólitos. En los rocche (castillos rurales) de la noble.. za feudal, la alcoba suele gozar del mismo prestigio que le corresponde en los palacios reales: como los reyes sus tesoros, los señores guardan en ella y en sus cofres los documentos que legitiman su poder, y es allí donde, ante notarios y testigos, se registran no pocos contratos importantes.

La hospitalidad requiere con mucha frecuencia que se ofrezca a los huéspedes un asiento, un lugar al fuego o a la mesa. Para escuchar la confesión de un enfermo, o tomarle el pulso, sacerdotes y médicos se sientan familiarmente sobre la cama. En cuanto a los extraños que se recibe por la noche, puede suceder que se les proponga con toda naturalidad un puesto en una cama ya ocupada, procedimiento normal en los hospitales y los albergues, aceptado además sin aspavientos.

Esta primera apertura de la célula privada al mundo exterior, en su simplicidad y su banalidad, no entraña para la intimidad ninguna particular perturbación, si se exceptúan las habladurías habituales, los riesgos y el temor de los robos (de lo que se hace eco san Bernardino), y, en el marco de esta familiaridad improvisada, ciertas fricciones un tanto rudas, o dulces en exceso.

Lo de fuera conquistado por las mujeres

Dejar atrás estas relaciones episódicas y afrontar sola el mundo exterior no resulta fácil para una mujer, sobre todo si es joven, y sobre todo si es soltera. Las mujeres están muy vigiladas, cosa que la opinión pública encuentra normal, y a la que asienten no pocos moralistas. En opinión de Paolo da Certaldo, "la mujer es cosa vana y frívola (...). Si tienes mujeres en casa, vigílalas de cerca; date con frecuencia una vuelta por casa y, al tiempo que te dedicas a tus ocupaciones, manténlas (a las mujeres) en la aprensión y el temor", y más adelante: "Que la mujer imite a la Virgen María, que no salía de su casa para charlar a diestro y siniestro, echarles el ojo a los tipos guapos y andar pegando la oreja a las cosas vanas. No, permanecía encerrada, sujeta, en lo secreto de una casa como es debido".

Cuando se trata de chiquillas, lo que prevalece es la indulgencia. Por supuesto, se las separará muy pronto —desde los tres años— de las camas y las alcobas de los chicos, arropándolas durante la noche (aunque también a los muchachos) en largos camisones: pudor obliga (G. Dominici). Pero a nadie se le ocurre prohibirles que circulen por el barrio para prestar algún servicio (io para jugar!), ni que acompañen a sus casas a sus tíos que vienen a buscarlas, ni que se reúnan en grupos en casa de una de ellas (comportamiento de la pequeña Catalina Benincasa, a pesar de lo estricta que era su madre).

Al cumplir los doce años, acabada la libertad, Catalina se vio recluida en su casa, de conformidad con la costumbre en vigor en Siena. Su padre, sus hermanos —cuyo papel es importante— montan una atenta guardia, y los moralistas, al insistir sobre el particular, ponen de relieve hasta qué punto es sensible a ello la opinión general. A los ojos de fra Paolino, es el momento de que los padres redoblen su vigilancia prohibiéndoles a las chicas los vagabundeos por la ciudad y hasta las charlas en privado. Sólo un trabajo doméstico asiduo y silencioso podrá acabar con los sueños ridículos que fomentan estas criaturas sin seso. Francesco di Barberino le presta mayor atención al rango. Sin pretender igualar el rigor exigido por la educación de las jóvenes princesas, se deberá ser muy estrictos con las muchachas de buena familia: atención a los hombres, a las galanterías, a las miradas ; que estos frágiles seres permanezcan en sus casas y que se las mantenga alejadas de las ventanas. Las clases bajas no necesitan tantas precauciones. Pero Maffeo Veggio pone por su parte en guardia contra las malas asiduidades, las de los muchachos, las de las chicas ajenas a la familia, las de los jóvenes criados sospechosos. Que la madre vele sobre todo ello. Tan grande llega a ser la circunspección general, que se procura no llevar a las jóvenes a los sermones, a pesar de los apóstrofes furiosos de los predicadores. Piedad, pudor, honor, tales son, para todos, las palabras clave del comportamiento ideal de las jóvenes doncellas.

El matrimonio sólo trae consigo una suavización parcial de semejante encierro. Pese a sus nuevas responsabilidades de amas de casa, en sus relaciones con el mundo exterior, las esposas se hallan sometidas a la buena voluntad de sus maridos. Pero no faltan cascarrabias que llegan a ser odiosos: "Sin atreverse a ir a bodas, ni a fiestas, ni a la iglesia siquiera, sin salir en absoluto de casa, la esposa (de un comerciante de Rímini) no osaba dejarse ver por la ventana, ni lanzar bajo ningún pretexto una mirada al exterior" (Boceaccio, VII, 5). Se trata de un caso límite que pocas veces se da, y todas las mujeres se indignan ante él. Pero, ¿qué hacer si el amoes así?

La severa cháchara de los moralistas respecto de las alocadas de quince primaveras deja bien a las claras que hay aquí gato encerrado. El espacio privado femenino no es impenetrable, a pesar de todas las reprimendas. Pero el tono de los moralistas despierta la curiosidad: ¿hasta dónde llega semejante porosidad?

Las casas más severamente enclaustradas conservan hacia el exterior ciertas aberturas habituales, que hemos visto a los moralistas señalar suspicazmente con el dedo, y que son por de pronto las ventanas y las puertas. La ventana es en efecto la gran diversión y la gran tentación, maravillosamente abierta como se halla a la calle, si bien se resguarda de los indiscretos gracias ala altura del piso y a la eventual pantalla de los batientes articulados de la persiana. Por ella se espía; desde ella se observa; o se mantienen conversaciones de un hueco a otro; o se deja uno ver. Las hermosuras indolentes "permanecen asomadas a ellas a lo largo del día entero, los codos sobre el alféizar, siempre con la excusa de una tarea que no se termina jamás" (Alberti). La puerta exterior se ve también muy frecuentada por las damas que se sientan allí de buena gana en las noches del verano, para charlar mientras siguen con los ojos a los que pasan (san Antonio). La proximidad de la calle y su promiscuidad hacen que se les reserve sobre todo el umbral a las matronas, y las muchachas en principio sólo hacen allí acto de presencia acompañadas, pero el lugar no carece de prestigio, y es en él donde en ocasiones regidas por la costumbre se exhibe la cohorte doméstica de las mujeres. En Milán, se podía ver "a las matronas y a las doncellas sentadas en los umbrales en los días de fiesta; se muestran tan rutilantes con todo su oro, su plata, sus esmaltes y sus perlas esparcidos por sus tavíos, que se las tomaría por reinas o princesas reales" (G. Fiamma).

Pero sólo raras veces se limita a esto el contacto con el mundo, lo mismo de las mujeres que de las chicas. Las obligaciones domésticas y religiosas de las casadas empujan todos los días ala mayor parte de ellas fuera de sus casas. Algunas, sobre todo entre las pobres, ejercen algún menester en el exterior. Las otras se ven en torno a los vendedores ambulantes, en el mercado, cuando van a la fuente, o en el molino. Las iglesias constituyen espacios privilegiados para estas escapadas femeninas fuera de lo privado, espacio, frecuentados sobre todo por las damas de buena posición a las que sus sirvientas les quitan la coartada de sus correrías y que además tienen tiempo libre. Estas devotas tienen innumerables oca-;iones de pasarse en los templos todos los días las horas muertas, sobre todo durante los días festivos, o en Cuaresma, y se considera de buen tono entre las mujeres de su mundo encontrarse todas en ciertas ceremonias: "El domingo por la mañana, en la iglesia de los franciscanos, allí están todas ellas" (Pecorone). Tampoco es raro ver a muchachas jóvenes, al menos en los ambientes modestos, participar en peregrinaciones locales, acudiendo a ellas dos o tres, sin ninguna vigilancia (Boccaccio, IV, 7).

Arriesgar una mirada o un paso fuera de casa equivale a cruzarse o toparse con personas totalmente ajenas a lo privado, y concretamente con hombres, con jóvenes. Así es como comienzan los amoríos entre adolescentes.

Algunos afectos fraguan de la manera más sencilla sobre una amistad de infancia o sobre una familiaridad prolongada. Otras en cambio, sobre el azar de una estancia común en un albergue. Pero, en las familias de la burguesía urbana en las que la hija, estrechamente vigilada, no puede descubrir por su cuenta el mundo más que desde la ventana, la iniciativa les corresponde ante todo a las miradas. Las ingenuas se enamoriscan de los galancetes simplemente con verlos pasar (una siciliana, hija de un farmacéutico, "apostada a la ventana en compañía de otras damas", comete la tontería de enamorarse del rey en persona, Palermo, 1280); pero los intercambios de miradas resultan mucho más turbadores. Los guapos mozos hacen la calle para arriba y para abajo, y cuidado con la que, desde la ventana, cruce con ellos sus miradas asesinas. Comienzan entonces, a espaldas de los padres, o con su tácito consentimiento, todas las maniobras de la seducción y la conquista. Diálogo, en Venecia, entre una madre y su hija: "Hija mía, ¿qué ha sido de tu chal?—Madre mía, se me desprendió del cuello ayer noche, cuando estaba en el balcón, y no sé a dónde ha podido ir a caer. Ha debido de recogerlo ese chico". La madre (mujer experimentada): "¿Cuánto tiempo hace que os traéis estos manejos? Madre mía, desde hace casi un año" (Lionardo Giustinian, a comienzos del siglo XV). Las jóvenes de Génova son desde luego idénticas; helas aquí, según un versificador local, "a estas tiernas ninfas en edad de merecer; cualquiera puede verlas, ya que están

 Discípulo de Cristóforo de Predis, Massimiliano Sforza en Milán, siglo xv. (Milán, Bibl. Trivulziana.)

apostadas, deslumbrantes y emperifolladas, en las ventanas; por supuesto, dispuestas a mirar y a que se las mire. Cada muchachita sonríe a su galán. Y le arroja flores, frutas, nueces, cuanto puede servir de prenda de su amor. Se intercambian confidencias y bromas(...). Cuando un padre sorprende a su hija en estos tejemanejes no lo lleva a mal, aunque se trate de su enamorado; encerrada como ella está, es muy libre de conceder al elegido toda clase de palabras tiernas; no habrá realidades a continuación". Y por doquier, de día o de noche, se escuchan las alboradas, o las serenatas; sin contar las innumerables fiestas que ponen tradicionalmente a las jóvenes en presencia de los muchachos.

El matrimonio, ruptura y encuentro de dos mundos privados

El momento decisivo de ruptura en el mundo privado femenino es, no obstante, con toda evidencia el matrimonio. Los amoríos levantan enseguida el vuelo, en el Trecento; las chicas se colocan muy pronto. Se las casa por lo general a los dieciséis años en Prato (Toscana), en 1370; a los diecisiete y medio, en 1427, en esta misma ciudad y en Florencia. En Siena, hacia 1350 es habitual pensar en casar a las hijas desde que tienen doce años; momento que se retrasa hasta los catorce cien años más tarde, y las muchachas se vuelven a casar entre los dieciséis y los dieciocho años. Las cosas siguen evolucionando aún después de estas fechas. En 1470, en poto, en Florencia y en su campiña, las jóvenes esposas han sobrepasado por lo general los veinte e incluso los veintiuno (Prato). De aquí, tal vez, la exuberancia reciente de las bromas descritas más arriba. En cualquier caso, bromas sin consecuencias ni trascendencia.

En cualquier caso, lo que cuenta es el matrimonio, y, cualquiera que sea la edad de la chica, los padres no se embarcan a la ligera en una aventura así, tan importante para su mundo privado. La elección ha de madurar durante mucho tiempo, a veces durante años. Entran simultáneamente en juego las gestiones llevadas a cabo por los padres o por terceros —hay para ello intermediarios profesionales— y, tratándose en este caso de muchachas, la seducción de la propia interesada. Nada llegará a término si no se atrae a los mozos. Ni pensar en comprometer a la jovencita, sino que, desde la casa donde se la tiene encerrada, se la exhibirá en el marco de una ventana, o en la entrada de la vivienda, en medio de las damas, con el aparato y la escenificación de un cuadro viviente. Bien lavada —Monna Pica amonesta a este propósito a su hija Catalina (de Siena): "¡Lávate la cara!"—, bien peinada, bien rozagante, la pequeña imagen hierática, que habrá de guardarse de sonreír en exceso, se supone que logrará atraer la devoción de la gente joven. Si todo sale bien, no faltarán los pretendientes. Y entonces se planteará el problema de la selección. Se tomarán en cuenta todo tipo de consideraciones: la dote de que habrá de estar provista, el medio social del pretendiente, su profesión (¿hace posible una asociación? ¿.Representa una promoción para la chica? Un yerno artesano es un buen partido para un campesino. Fiésole, 1338), la experiencia política de los suyos, su domicilio (si está próximo, mejor), el acuerdo al menos tácito del linaje... y de la joven, a pesar de todo. También en este aspecto prodigan sus consejos los moralistas. Dominici: "Casa a tu hija en tu propio ambiente, con la dote requerida". Alberti: "Tomar mujer es lo mismo que buscar belleza, parentesco, riqueza. Aseguraos del parecer de todos vuestros mayores. Ellos conocen por menudo las familias, incluidas las abuelas, de todos los candidatos". No es posible un matrimonio con éxito, si no hay un conocimiento mutuo de los respectivos mundos privados.

Casar a sus hijas, y luego a sus hijos, es el gran problema de Alessandra Strozzi. Después de haber llevado a feliz término la primera operación, emprende la segunda, ayudada por sus dos yernos. ¡Qué de gestiones, de conciliábulos y de vacilaciones! Hay jovencitas encantadoras, tal en particular aquella Tanagli, apenas entrevista en Santa María del Fiore, cuando un rayo de sol, transfigurado por las vidrieras, nimbaba con un resplandor angélico su deliciosa silueta. Pero ¡ay! todas las demás dejan mucho que desear; aquélla no tiene seso; esta otra no tiene dinero; la de más allá no tiene prestigio familiar. Alessandra resuelve finalmente su elección, pero la operación le ha costado muchos sinsabores. No hay nada superfluo cuando están en juego la dicha, el honor, la seguridad y la supervivencia de la familia, entendida en su más estricto sentido de ámbito privado.


Дата добавления: 2021-01-21; просмотров: 80; Мы поможем в написании вашей работы!

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