Chiquilicuatro, chiquilicuatre. 6 страница



Covarrubias dice en su Tesoro de la Lengua (1611) con la gracia que le caracteriza: "Follón es el holgazán que está papando vientos como el fuelle floxo, que cada cuarto se le cae por su parte".

De la etimología que da Covarrubias deriva el error de creer que proceda de la voz latina follis = fuelle, y por extensión del sentido: "individuo vanaglorioso, jactancioso y ufano, que se hincha como ese instrumento..., pero de aire". Aparece con ese significado en el cantar de Mío Cid, donde el caballero burgalés, refiriéndose al conde de Barcelona, afirma:

 

El Conde es muy follón, e dixo una vanidat:

"Grandes tuertos me tiene Mío Çid el de Bivar..."

 

Hoy se usa también con el significado de "fanfarrón, alborotador y follonero", persona amiga de armar jaleo y fomentar peleas en lugares públicos.

 

 

Fresco.

Sujeto desenvuelto, que hace virtud de su claridad y franqueza en decir lo que piensa de alguien en su cara. Es sinónimo de caradura y descarado, entre otras acepciones primitivas del término. Es voz de etimología no latina: el germano frisk = vivo y atrevido. La etimología citada sería el uso más acorde con la acepción del término como voz ofensiva o insultante, pero no está claro el porqué del calificativo; pensamos que se dice como término afín a "frío", que actúa con frialdad a la hora de cantarle a alguien las cuarenta o decirle las verdades; en la dirección expuesta estaría la siguiente acepción dada al término por el Diccionario Enciclopédico Hispano-Americano, a finales del siglo pasado:

 

Impávido, sereno y que no se inmuta ni altera en los peligros o contradicciones. Funciona semánticamente en contraposición a "caliente", es decir: movido por el calor del momento, estando los ánimos encrespados y las espadas en alto. El individuo merecedor de este calificativo se salta las normas de convención social o de conducta aceptada a la hora de la crítica. También pudo haberse dicho por el tipo de caras surgidas a mediados del siglo XVI de los pinceles de los artistas italianos que pintaban al fresco, rostros expresivos y claros, que parecían salirse del lienzo.

 

 

Frívolo.

Persona voluble, veleidosa, un tanto ligera de cascos, que se comporta de manera informal y poco seria, no dando a las cosas la importancia que tienen. En el siglo XVI, se decía de aquello que por ser fútil carece de "calor y substancia". Juan Rufo, en sus Seiscientas Apotegmas, libro de curiosidades de su tiempo (siglo XVI), usa así el término:

 

Representóse una comedia mal compuesta y peor estudiada, y como al fin della se entremetiese un paso de un vizcaino, natural de Bilbao, frívolo como todo lo demás, dijo: "No pudiera esta comedia tener tanto yerro sin alguna correspondencia en Bilbao".

 

Quintana, en la primera mitad del siglo, escribe: "El Laberinto, lejos de ser una colección de coplas frívolas o insignificantes, donde a lo más que hay que atender es al artificio del estilo y de los versos...".

Es voz de etimología latina del término frivolus = insignificante, que empezó a emplearse en castellano afinales del siglo XV. Lo recoge Alonso de Palencia en su Universal Vocabulario: "Foriuolum: Fríuolo. Cosa vil que apenas importa un óbolo o meaia (...). Palabras frívolas (se dicen) las que no mereçen auer fé". Y más adelante, tratando del término "leve", escribe: "...quiere dezir ligero o sotil; de ningund valor e fríuolo; de poco momento". El término evolucionó hacia la esfera de lo moral a partir del siglo pasado, calificándose con él conductas licenciosas, vidas sensuales, gustos lascivos, que rozan el vicio, aunque sin caer de lleno en la disipación. El frívolo es un diletante, un aficionado, un seguidor a distancia de la vida depravada y perdida. En la Duquesa frívola, cuplé que cantaba en 1920 Elvira de Amaya, con letra de Alvaro Retana y música de Luis Barta, se describe el valor semántico del término:

 

Duquesa que vas por la vida

pensando tan sólo en reir,

contemplando tu loca alegría

se siente un deseo tenaz de vivir.

En nuestro galante siglo (...)

triunfa como nunca la frivolidad.

Danzas y canciones son grato perfume

que nos dan al mundo la felicidad.

 

 

Fulano.

Voz con que se evita pronunciar el nombre de una persona, o se alude al individuo cuyo nombre no conviene o no se quiere expresar con la intención de humillarlo. Cervantes tiene por cosa humillante y deshonrosa el ser tildado de tal, tanto en el habla como en la escritura: "No es bien que quede asentado debajo de signo de escribano, ni en el libro de las entradas "fulano, hijo de fulano, vecino de tal parte...".

Ya en el siglo XIX, Hartzenbusch documenta así su uso:

 

¿No es acción villana

proponerle a un hombre honrado

que falte a lo que ha tratado

porque yo quiero a fulana...?

 

Puede ser ofensivo o humillante, sobre todo cuando el individuo está presente, tratarle de fulano, con lo que indicamos poco aprecio, cuando no claro desprecio. El término es muy ofensivo en su forma femenina, siendo entonces sinónimo de ramera, mujer rastrera y vil. Esta alteración semántica ya estaba implícita en la voz árabe de la que deriva el adjetivo castellano: fulán = "cualquier cosa o persona"; en ese sentido de "cualquiera" se formó muy tardíamente, la voz que tratamos.

 

 

Fulastre.

Fullero, mentiroso; sujeto que no pone atención en lo que hace, chapucero; desgraciado y un tanto gafe. Benito Pérez Galdós, a finales del siglo pasado da al término el valor de" cosa desafortunada o aciaga: "año fulastre", escribe el gran novelista, en el sentido de "año perdido tontamente".

 

 

Fullero.

Fulero, que hace trampas; embustero y falaz. Se usa a mediados del siglo XVI con el mismo valor que hoy. Cristóbal de las Casas, en su Vocabulario de las dos lenguas toscana y castellana lo incluye como equivalente al término italiano furo: ladrón, y en compañía del jugador de manos y el rufián. Y Cervantes, el El coloquio de los perros, sitúa al fullero en compañía de vagabundos. Coetáneamente a los autores citados, Covarrubias, lo describe así de gráficamente:

 

El jugador de naypes o dados que con mal término y conocida ventaja gana a los que con él juegan, conoziendo las cartas, haziendo pandillas, jugando con naypes y dados falsos, andando de compañía con otros que se entienden, para ser, como dizen: tres al moyno.

 

F. de Quevedo recurre al término muy a menudo en sus obras: "Yo tenía ya mis principios de fullero, y llevaba dados cargados, con nueva pasta de mayor y menor...".

Parece aceptable la etimología que algunos dan: de la voz latina follis = embustero. Hoy se sigue utilizando el término, al que le han surgido algunas variantes de creación expresiva en medios marginales, como "fulastre", que es individuo jactancioso y falso, mentiroso y bocazas.

 

 

Fuñique.

Persona de poca habilidad y maña, un tanto manazas, pijotera y chinche. Es término relativamente reciente, utilizado a finales del siglo XIX con el significado descrito de pejiguera, sujeto aburrido, latoso y pesado. Deriva del verbo fuñicar = echar las cosas a perder, hacer algo con torpeza o ñoñería.

 

 

Furcia.

Ramera de muy baja condición; buscona contactable en bares de alterne. Parafraseando a Ricardo de la Vega, autor del libreto de La verbena de la Paloma, estrenada en el teatro Apolo de Madrid, con música del maestro Bretón en 1894, un curioso articulista de La hoja de parra, C. Miranda, documenta así el término, a principios de nuestro siglo:

 

Hoy las socias adelantan

que es una barbaridad...,

hay furcias de pelo en pecho,

mujeres de armas tomar,

gachís que rompen cabezas

y superhembras que dan

mulé al hombre que las quiere

seducir o abandonar.

 

En cuanto a la etimología del término, no podríamos dar otra explicación que la leída al vuelo en cierto diccionario de anglicismos, donde se aventuraba la siguiente hipótesis: " de to fur = adornar con pieles, influido por to make the fur = crear desorden en la calle." Pero parece una explicación para salir del paso, lanzada por el simple capricho de no permanecer callado.

 

 

G

Abacho.

Despectivo por "francés". En relación con el gentilicio, es voz de uso anterior a la francesada napoleónica. Cervantes la emplea así: "...dicen que somos como los jubones de los gabachos (...), rotos, grasientos y llenos de doblones". Se dijo también de quien había contraido la sífilis, morbo gálico (mal francés). Quevedo, en la Segunda parte de Marica en el hospital, escribe:

 

Sobre quién las pegó a quién,

ahí de podridos andan;

él, con humores, gabacho;

y ella Lázaro con llagas.

 

Covarrubias (1611) dice de los gabachos, en su Tesoro: "...muchos destos se vienen a España y se ocupan en servicios baxos y viles, y se afrentan cuando los llaman gavachos (...), y vuelven a su tierra con muchos dineros y para ellos son buenas Indias los reynos de España".

El dramaturgo Agustín Moreto, como si adivinara lo que sucedería un siglo después, ridiculiza a quien imita servilmente lo ultrapirenaico:

 

Entra, gabacho.- ¿Quién es?

-Juan Fransué, siñora, soy...

 

Cuando mayor capacidad ofensiva cobró el término fue en el siglo XVIII, por dos razones: la influencia inmensa que ejerció lo francés sobre lo nacional autóctono, con el cambio de dinastía; y por las invasiones napoleónicas de la Península por la horda francesa. Nicolás Fernández de Moratín, afrancesado él mismo, escribe:

 

...para hablar en gabacho

un fidalgo en Portugal,

llega a viejo y lo habla mal,

y aquí lo parla un muchacho.

 

Su etimología, es despectiva en origen: el occitánico gavach = grosero, rústico. En castellano tomó tintes ridículos, equiparándose gabacho y papanatas. A principios del siglo XIX se politizó. Pasada la algarada napoleónica todo quedó en un recuerdo de tiempos miserables, y el término se tornó más despectivo que peligroso, llegando a perderse su connotación francesa. Alcalá Venceslada, en su Vocabulario andaluz da esta voz, equivocadamente, como propia de su tierra y aporta, con el significado de "persona de ademanes toscos, rústicos y groseros" el ejemplo de esta copla:

 

En el andar conozco

que eres del campo,

en los zapatorrones

y en lo gabacho.

 

 

Gafe, gafo.

Cenizo; persona que atrae sobre los demás mala suerte y adversa fortuna. El término procede de la voz árabe qáfa, que alude a la mano del leproso, con sus dedos doblados y contraídos. Utiliza el término en el siglo XIII el anónimo autor del Libre dels Tres Reys d'Orient, con el significado de leproso:

 

Vn fijuelo que hauía,

que parí el otro día

afelo allí don jaz gafo

por mi pecado despugado.

 

Fue voz muy ofensiva en la Edad Media, en parte porque en el siglo XI se comenzó a confinar a estos enfermos en lazaretos, siendo el primero de ellos creación del Cid, en la ciudad de Palencia, hacia 1067. Los leprosos, que anunciaban mediante esquila o campanilla su presencia, tenían prohibido frecuentar los caminos reales, entrar en poblado o pedir limosna, ya que se pensaba que sus voces emponzoñaban el aire. Alfonso X, en las Siete Partidas (mediados del siglo XIII), equipara este insulto a los de "cornudo, traidor o hereje". El mismo rey ordenó se crease en Sevilla una casa "donde fuesen recogidos los gafos, plagados y malatos". La simple visión de uno de estos enfermos se decía traer mala suerte, y para contravenirla se cruzaban los dedos índice y corazón, formando con ambas manos una cruz de San Andrés, contra el gafe o contagio de la gafedad. El leproso gafaba; respirar el aire por donde había pasado traía malas consecuencias. Pasado el momento crucial, y habiendo cedido el número de casos de lepra, subsistió sin embargo el recuerdo de su horror. La voz "gafo, gafe" siguió empleándose, aunque desvirtuándose, y colándose en el ámbito de su antiguo uso, supersticiones y prácticas mezcladas con viejas nociones y rituales de brujería utilizadas para contravenir el aojamiento. Así, del enfermo de lepra, o gafo, se pasó al concepto del cenizo, echándose mano de la jettatura (entrecruzamiento de dedos índice y corazón de ambas manos, como hemos visto), en imitación del aspecto que ofrecían las manos del leproso, encorvadas, encogidas, y en forma de gancho, con el propósito de conjurar el mal. Eso es lo que en última instancia significa el término gafo o gafe: "gancho, encorvadura".

 

 

Gagá.

Persona cuyas opiniones e ideas se han quedado muy anticuadas y huelen a rancio y a cosa pasada. Con esa acepción de carroza o carrozón, puede haberse dicho del francés gagá = viejo chocho. En cuanto a su etimología última, es onomatopéyica, imitando la voz de la persona anciana que arrastra las consonantes guturales o velares. Se da en castellano medieval, con valor adjetivo: "gago", persona tartamuda y titubeante (de "gaguear": tartamudear). Como tal, es vocablo empleado como apodo en documentos del primer tercio del siglo XIII. El autor de Diálogo entre el amor y un viejo, Rodrigo de Cota, en el siglo XV, utiliza así el término:

 

¡Quién te viese entremetido

en cosas dulces de amores,

y venirte los dolores

y atrauessarte el gemido!

¡O quién te oyese cantar:

"Señora de alta guisa…”

temblar y gagadear;

los gallillos engrifar

tu dama muerta de risa!...

 

Es voz dicha con ánimo ofensivo del viejo verde que, ignorante de su deterioro físico, se aferra al recuerdo de una juventud tiempo atrás ida.

 

 

Galfarro, galfarrón.

Sujeto ocioso, que rehuye toda ocasión de trabajo; ratero, ladronzuelo. Se utiliza en sentido figurado, teniendo en cuenta la primera acepción del término: gavilán, ave de rapiña. El autor de La Pícara Justina, Francisco López de Ubeda, (1605) lo coloca en la siguiente lista de indeseables: "Entre los estudiantes, galfarros, barberos, mesoneros, bigornios, pisaverdes, mostré mi entorno, sin poder alguno medir conmigo lanzas iguales".

En cuanto a su etimología, deriva del verbo garfiñar = hurtar; de uso ya a finales del siglo XVI, derivación parecida a la que aduce Covarrubias en su Tesoro de la Lengua, (1611): "Son unos vellacones perdidos, medio rufianes; y dixéronse assí, quasi gafarros, porque gafan y agarran de lo que pueden".

 

 

Gallina.

Individuo cobarde, pusilánime, muy apocado y tímido, que se asusta con facilidad, y abandona al menor peligro. Antaño fue insulto serio, de los que requerían satisfacciones, e incluso duelo..., aunque fuera la familia del gallina quien lo pidiera. En el siglo XVII, el humanista extremeño Gonzalo Correas incluye en su Vocabulario de refranes la siguiente expresión arrefranada: "Encogerse como gallina en corral ajeno", queriendo significar la timidez y naturaleza cobarde de quien carece de presencia de ánimo, valor y bizarría. Hartzenbusch, mediado el siglo XIX, ve así al personajillo:

 

Hay gentes muy peregrinas

que tienen vueltas bellacas:

En un concejo, ¡qué urracas!;

en un lance, ¡qué gallinas!.

 

Es uso figurado, por tenerse desde antiguo a este animal como uno de los más cobardes, asustadizos y medrosos.

 

 

Gamberro.

Individuo incivil y grosero que se divierte haciendo daño y causando destrozos en público; libertino que se entrega al desenfreno; tipo urbano asalvajado y violento, que hace gala de no avenirse con el orden establecido, enorgulleciéndose de su actitud de osadía y desacato. Es voz de origen incierto que la Academia introdujo en su diccionario en 1899, aunque con el significado único de "mujer pública", de uso en Andalucía. El semantismo, o peripecia significativa del término "gamberro", ha experimentado diversos cambios en la breve vida del vocablo. En su Vocabulario Andaluz, Alcalá Venceslada lo define así: "Persona de mala condición; vago, flojo: No te fíes de esa mujer, que es muy gamberra (...), que no da golpe en el trabajo".

Desde principios de siglo es palabra generalizada en España; en Galicia, “ir de gamberría" es tanto como irse de juerga; en portugués, "gambérria" es tumulto, desorden, motín; y en valenciano, "gamberro" era término usual para aplicar a gente díscola y traviesa hace casi un siglo. Estos hechos lingüísticos hacen innecesario el inglés gang = pandilla, banda de gangster que algunos han apuntado para explicar la etimología de este término. Parece que el periodista donostiarra A. Gorrochategui utilizó el término por primera vez en un medio de comunicación, dándole ya el sentido actual, con motivo de una campaña anti-vandálica que La Hoja del Lunes de San Sebastián llevó a cabo en 1930.


Дата добавления: 2019-02-12; просмотров: 241; Мы поможем в написании вашей работы!

Поделиться с друзьями:






Мы поможем в написании ваших работ!